Frente a la catedral
Me estaba sintiendo muy solo en plena ciudad de Nueva York, a la salida de una misa en la catedral de Saint Patrick, cuando, de repente, se me acercó un brasileño:
- Tengo una gran necesidad de hablar con usted – me dijo.
Me entusiasmé tanto con el encuentro, que comencé a hablar de todo lo que me parecía importante: de magia, de bendiciones divinas, de amor. Él lo escuchó todo en silencio, me dio las gracias, y se fue.
En lugar de alegría, yo sentí entonces una soledad aún mayor que la de antes. Sólo más tarde me daría cuenta de que, llevado por el entusiasmo, no le había prestado la debida atención al deseo de aquel brasileño:
El de hablar conmigo.
En realidad todas mis palabras se perdieron en el aire, pues no era eso lo que el Universo quería entonces de mí. Yo habría resultado mucho más útil si me hubiera parado a escuchar lo que él tenía que contarme.
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