Divagaciones de un IV centenario en
Sordina (dalla rivista EN CAMINO della comunità OCD guatemalteca)
Sinceramente, cuando hace
casi 50 años tuve en mis manos una de las primeras edi- ciones de la
Peregrinación de Anastasio (P. Jerónimo Gracián, 1545-1614), dos cosas me maravillaron: ¿Cómo a una figura tan relevante y poliédrica de los comienzos del
Carmelo Teresiano se le ha sistemáticamente borrado de los anales de nuestra historia? Aun con una somera lectura de algunos escritos de Santa Teresa
de Ávila no es difícil darse cuenta de que ningún otro hermano entró tanto en
su vida, sobre todo espiritual. Segundo motivo de estupor, para mí más
grave que el primero: ¿es posible que la experiencia de una esclavitud tan
dura como la padecida por el querido hermano en Túnez no haya inducido a sus
muchos acusadores a reconsiderar de algún modo lo absurdo de aquella condena?
Si la parábola del hijo pródigo (suponiendo que él lo hubiera sido) tiene lugar
sólo en el Evangelio y no en una Orden religiosa, está claro que
esto es como abrir la compuerta a una inundación de dudas.
Quedé impresionado sobre todo por la
obstinación del Padre Gracián en buscar toda posible justificación al comportamiento de sus hermanos que lo habían expulsado, aun remachando hasta el
fondo su propia inocencia. La frialdad glacial de sus detractores deja
profundamente perplejos: ¿el perseguido justificando a los perseguidores?
Mientras ellos estaban tranquilamente gozando del beneficio de verse por fin
desembarazados de aquel incordiante, a él sus verdugos mahometanos le
marcaban con hierro candente el signo de la cruz bajo la planta de los pies.
Habría también en realidad un tercer
motivo de estupor. No creo haber encontrado entre nuestros escritores
teresianos uno tan dotado de buen humor.
El suyo, incluso cuando tendría todas las
razones para ello, nunca es sarcástico, y a veces alcanza hasta las cimas
del puro lirismo.
Me he formado por tanto la idea de que
muchas de sus iniciativas en el campo apostólico han tenido recepción, aunque
sin reconocerlo nunca oficialmente por la sombra demasiado embarazosa de las
cumbres españolas, precisamente en aquellos hermanos que fueron artífices de la
difusión teresiana en Italia y en el resto de Europa, comprendidos los
territo- rios misionales. Nadie me quita de la cabeza que cuantos dejaron la
patria para esta expan- sión de los Carmelitas Teresianos fueron en verdad
mentes elevadas, tanto que obtuvieron de la Iglesia encargos de notable
importancia. En la patria se hubieran enmohecido; en Italia y en otras partes
sacaron a luz todos los talentos recibidos del Señor.
“Quedé impresionado sobre todo por la obstinación del Padre Gracián...”
Cuánto cuesta un fraile: por el Padre Nicola Galeno de
la Virgen del Carmen
Nunca podré olvidar la célebre respuesta
de S. Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) a una Hermana de vida activa
que le pedía algún comentario autorizado a los escritos de la Santa Teresita.
Después de darle el nombre de algún autor añade con su pro- verbial franqueza:
“A mi parecer basta leerla: ¡Teresita se comenta sola!”.
Sinceramente, a uno le vienen ganas de
afirmar lo mismo respecto a este ilustre hermano de Orden, que con seguridad
es el más citado de nuestra Santa Madre Teresa, y sin duda alguna el más
olvidado de sus hermanos por un cúmulo de prejuicios, que ni siquiera cuatro
siglos han podido disipar del todo. Nosotros los italianos tenemos la atenuante
de que no existen prácticamente obras suyas traducidas al bello idioma de
Dante, aunque leyendo su Diario (Peregrinación de Anastasio) resulta que en el
último decenio del siglo XVI y en los primeros años del siglo XVII algunos tratadillos suyos se publicaron en italiano antes que en español.
Si hay algo que no soporto durante algunas
visitas artísticas, es la presencia del cicerone. Yo busco siem- pre el
contacto directo con los autores. Si encuentro un cuadro bello o una bella
escultura, quiero estar libre para dialogar de tú a tú con el autor deteniéndome todo el tiempo que retenga necesario. Sólo así logro compenetrarme con el
drama por él vivido para llevar a cabo su obra. Si además consigo fotografiarla
y extender incluso una lectura poética, entonces se convierte prácticamente en
mía, aun quedando en su lugar: en el corazón me acompaña dondequiera.!
Tuve la suerte de descubrir casi
casualmente a este hermano de Orden hace unos cincuenta años, cuando estudiaba
teología en el Teresianum de Roma. Puedo decir que he aprendido el español
sobre todo leyendo aquel Diario y otros opúsculos suyos. Si un pesar me queda
es el de no haber hecho una drástica elección histórica en mi vida: me dejé
llevar demasiado de la actividad parroquial y misionera. Pesar juicioso, pero
demasiado tarde. Y “agua pasada no mueve molino”.
Para mí es importantísimo escuchar primero
lo que uno piensa de sí mismo. Habrá tiempo después para examinar las opiniones
de los demás. Pues bien, en el Proemio de su Diario así se presenta...
“No pienso, contando mis afrentas, que
hago agravio a lo que debo en el reconocimiento de mis
miserias , pecados y faltas, porque
–como dice san Agustín- así como el mismo fuego que refina y hace resplandecer
el oro oscurece con humo y desruye la paja, así son fuego las
tribulaciones, que en otros que tuvieran oro de virtud causarán perfección y
vida ejemplar; pero en mí –que soy más vil que la paja y estiércol- han causado
impaciencia, pecados y mal ejemplo”. (Proemio)
Y poco más abajo así con- cluye...
“Ruego al que le leyere
délagloriaaDios, yamí me tenga por el más malo del mundo, y procure el
aprovechamiento de su espíritu” (Ib.)
Querido Padre Jerónimo Gracián, como
tarjeta de visita no está mal, ¿no? De- fines tan bien tu silueta que no dejas
espacio alguno a las ilusiones. Te sientes lo que cada uno de nosotros es
realmente ante Dios: un pobre diablo, necesitado de perdón y de salvación!
Claro que tú del sacerdote y del religioso
en general tienes un alto concepto, y ¡cómo quisieras estar siempre a la
altura del ideal pedido por Cristo mismo a sus colaboradores más estrechos!
Estás en efecto firmemente convencido de que descubriendo las propias culpas
uno puede “manifestar la misericordia de Dios con la enmienda que de
ellas ha
tenido” (Prólogo).
Y eres tan exigente que afirmas...
“Esa no hallo en mí, y como me dijo una
beata de Elche, ‘gran daño es de los confesores y predicadores saber el
pueblo sus defectos, porque como los miran como a espejos para su bien,
oscureciéndose con manchas, estorban el fruto de su oficio” (ib.)
A este punto permitidme hacer una pregunta
que a algunos podrá parecer muy curiosa:
¿Cuánto puede venir a costar un fraile?
Me figuro que alguno inmediatamente echará mano a la calculadora para contar
los varios gastos: comida, hospedaje, estudios, medicinas y de- más...
¿Resultado?
Antes de que responda, he aquí que
interviene Santa Teresa en persona.
“Como después oí de boca de la Madre
Teresa, costéle un año de oraciones para traerme a la Orden, entendiendo que
la había de ayudar” (Diálogo 1o)
Sinceramente, siento un estremecimiento:
un año de oraciones mías son poca cosa...Pero un año de las de Santa Teresa,
ayudada por sus monjas, me parece en verdad una montaña como para derribar a
cualquier escalador experto, ¿no?
(Continuara)
Padre Nicola Galeno ocd
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